100 consejos del papa Francisco a las familias (3)

60. La ruta del amor: se ama como ama Dios, para siempre. Cristo no cesa de cuidar a la Iglesia: la ama siempre, la cuida siempre, como a sí mismo. Cristo no cesa de quitar del rostro humano las manchas y las arrugas de todo tipo. Es conmovedora y muy bella esta irradiación de la fuerza y de la ternura de Dios que se transmite de pareja a pareja, de familia a familia (6 de mayo de 2015).
61. Los hijos deben crecer sin desalentarse, paso a paso. Si vosotros, padres, decís a los hijos: «Subamos por aquella escalera» y los tomáis de la mano y paso a paso los hacéis subir, las cosas irán bien. Pero si vosotros decís: «¡Vamos, sube!» —«Pero no puedo» —«¡Sigue!», esto se llama exasperar a los hijos, pedir a los hijos lo que no son capaces de hacer. Por ello, la relación entre padres e hijos debe ser de una sabiduría y un equilibrio muy grande. Hijos, obedeced a los padres, esto quiere Dios. Y vosotros, padres, no exasperéis a los hijos, pidiéndoles cosas que no pueden hacer. Y esto hay que hacerlo para que los hijos crezcan en la responsabilidad de sí mismos y de los demás (20 de mayo de 2015).
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62. Es difícil para los padres educar a los hijos que sólo ven por la noche, cuando regresan a casa cansados del trabajo. ¡Los que tienen la suerte de tener trabajo! Es aún más difícil para los padres separados, que cargan el peso de su condición: pobres, tuvieron dificultades, se separaron y muchas veces toman al hijo como rehén, y el papá le habla mal de la mamá y la mamá le habla mal del papá, y se hace mucho mal. A los padres separados les digo: jamás, jamás, jamás tomar el hijo como rehén (20 de mayo de 2015).
63. Os habéis separado por muchas dificultades y motivos, la vida os ha dado esta prueba, pero que no sean los hijos quienes carguen el peso de esta separación, que no sean usados como rehenes contra el otro cónyuge, que crezcan escuchando que la mamá habla bien del papá, aunque no estén juntos, y que el papá habla bien de la mamá. Para los padres separados esto es muy importante y muy difícil, pero pueden hacerlo (20 de mayo de 2015).
64. La vida se ha vuelto tacaña con el tiempo para hablar, reflexionar, discutir. Muchos padres se ven “secuestrados” por el trabajo y otras preocupaciones, molestos por las nuevas exigencias de los hijos y por la complejidad de la vida actual, y se encuentran como paralizados por el temor a equivocarse. El problema, sin embargo, no está sólo en hablar (…) Más bien preguntémonos: ¿Intentamos comprender “dónde” están los hijos realmente en su camino? ¿Dónde está realmente su alma, lo sabemos? Y, sobre todo, ¿queremos saberlo? ¿Estamos convencidos de que ellos, en realidad, no esperan otra cosa? (20 de mayo de 2015).
65. Incluso en las mejores familias hay que soportarse, y se necesita mucha paciencia para soportarse. Pero la vida es así. La vida no se construye en un laboratorio, se hace en la realidad. Jesús mismo pasó por la educación familiar (20 de mayo de 2015).
66. La buena educación familiar es la columna vertebral del humanismo. Su irradiación social es el recurso que permite compensar las lagunas, las heridas, los vacíos de paternidad y maternidad que tocan a los hijos menos afortunados. Esta irradiación puede obrar auténticos milagros. Y en la Iglesia suceden cada día estos milagros (20 de mayo de 2015).
67. Es hora de que los padres y las madres vuelvan de su exilio —porque se han autoexiliado de la educación de los hijos— y vuelvan a asumir plenamente su función educativa. Esperamos que el Señor done a los padres esta gracia: de no autoexiliarse de la educación de los hijos. Y esto sólo puede hacerlo el amor, la ternura y la paciencia (20 de mayo de 2015).
68. El noviazgo fortalece la voluntad de custodiar juntos algo que jamás deberá ser comprado o vendido, traicionado o abandonado, por más atractiva que sea la oferta (27 de mayo de 2015).
69. Quien pretende querer todo y enseguida, luego cede también en todo —y enseguida— ante la primera dificultad (o ante la primera ocasión). No hay esperanza para la confianza y la fidelidad del don de sí, si prevalece la costumbre de consumir el amor como una especie de “complemento” del bienestar psico-físico (27 de mayo de 2015).
70. Se debe revaluar el noviazgo como tiempo de conocimiento mutuo y de compartir un proyecto. Y centrándose en lo esencial: la Biblia, para redescubrirla juntos, de forma consciente; la oración, en su dimensión litúrgica, pero también en la “oración doméstica”, que se vive en familia; los sacramentos, la vida sacramental, la Confesión… a través de los cuales el Señor viene a morar en los novios y los prepara para acogerse de verdad uno al otro «con la gracia de Cristo»; y la fraternidad con los pobres, y con los necesitados, que nos invitan a la sobriedad y a compartir. Los novios que se comprometen en esto crecen los dos y todo esto conduce a preparar una bonita celebración del Matrimonio de modo diverso, no mundano sino con estilo cristiano (27 de mayo de 2015).
71. El noviazgo es un itinerario de vida que debe madurar como la fruta, es un camino de maduración en el amor, hasta el momento que se convierte en matrimonio (…). Que cada pareja de novios le diga al otro: “Te convertiré en mi esposa, te convertiré en mi esposo”. Esperar ese momento; es un itinerario que va lentamente hacia adelante, pero es un itinerario de maduración. Las etapas del camino no se deben quemar. La maduración se hace así, paso a paso (27 de mayo de 2015).
72. Nosotros cristianos deberíamos arrodillarnos ante esas familias pobres, que son una auténtica escuela de humanidad que salva las sociedades de la barbarie (…). Deberíamos estar cada vez más cerca de las familias que la pobreza pone a prueba. Todos vosotros conocéis a alguien: papá sin trabajo, mamá sin trabajo… y la familia sufre, las relaciones se debilitan (…). Hagamos todo lo que podamos para ayudar a las familias y seguir adelante en la prueba de la pobreza y de la miseria que golpea los afectos, los vínculos familiares (3 de junio de 2015).
73. La oración por los enfermos no debe faltar nunca. Es más, debemos rezar aún más, tanto personalmente como en comunidad (…) Ayudemos a los enfermos, sin quedarse en habladurías: ayudar siempre, consolar, aliviar, estar cerca de los enfermos; esta es la tarea (10 de junio de 2015).
74. Cuán importante es educar a los hijos desde pequeños en la solidaridad ante la enfermedad. Una educación que deja de lado la sensibilidad por la enfermedad humana, aridece el corazón. Y hace que los jóvenes estén “anestesiados” respecto al sufrimiento de los demás, incapaces de confrontarse con el sufrimiento. Cuántas veces vemos llegar al trabajo a un hombre, una mujer, con cara de cansancio, con una actitud cansada y al preguntarle: «¿Qué sucede?», responde: «He dormido sólo dos horas porque en casa hacemos turnos para estar cerca del niño, de la niña, del enfermo, del abuelo, de la abuela». Y la jornada continúa con el trabajo. Estas cosas son heroicas, son la heroicidad de las familias. Esas heroicidades ocultas que se hacen con ternura y con valentía cuando en casa hay alguien enfermo (10 de junio de 2015).
75. Todas las veces que la familia en el luto —incluso terrible— encuentra la fuerza de custodiar la fe y el amor que nos unen a quienes amamos, la fe impide a la muerte, ya ahora; impide llevarse todo. La oscuridad de la muerte se debe afrontar con un trabajo de amor más intenso. «Dios mío, ilumina mi oscuridad», es la invocación de la liturgia (17 de junio de 2015).
76. En la luz de la Resurrección del Señor, que no abandona a ninguno de los que el Padre le ha confiado, nosotros podemos quitar a la muerte su «aguijón», como decía el apóstol Pablo (1 Cor 15, 55); podemos impedir que envenene nuestra vida, que haga vanos nuestros afectos (17 de junio de 2015).
77. El amor es más fuerte que la muerte. Por eso el camino es hacer crecer el amor, hacerlo más sólido, y el amor nos custodiará hasta el día en que cada lágrima será enjugada, cuando «ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto, ni dolor» (Ap 21, 4). Si nos dejamos sostener por esta fe, la experiencia del luto puede generar una solidaridad de los vínculos familiares más fuerte, una nueva apertura al dolor de las demás familias, una nueva fraternidad con las familias que nacen y renacen en la esperanza (17 de junio de 2015).
78. En la familia, todo está unido entre sí: cuando su alma está herida en algún punto, la infección contagia a todos. Y cuando un hombre y una mujer, que se comprometieron a ser «una sola carne» y a formar una familia, piensan de manera obsesiva en sus exigencias de libertad y gratificación, esta distorsión mella profundamente en el corazón y la vida de los hijos. Muchas veces los niños se esconden para llorar solos… Tenemos que entender esto bien. Marido y mujer son una sola carne. Pero sus criaturas son carne de su carne (24 de junio de 2015).
79. Es importante que el estilo de la comunidad, su lenguaje, sus actitudes, estén siempre atentas a las personas, partiendo de los pequeños. Ellos son los que sufren más en estas situaciones [de disgregación familiar]. Es importante que sientan a la Iglesia como madre atenta a todos, siempre dispuesta a la escucha y al encuentro (…). De aquí la reiterada invitación de los Pastores amanifestar abierta y coherentemente la disponibilidad de la comunidad a acogerlos y alentarlos, para que vivan y desarrollen cada vez más su pertenencia a Cristo y a la Iglesia con la oración, la escucha de la Palabra de Dios, la participación en la liturgia, la educación cristiana de los hijos, la caridad, el servicio a los pobres y el compromiso por la justicia y paz (5 de agosto de 2015).
80. Las familias cristianas pueden colaborar con Él haciéndose cargo de la atención de las familias heridas, acompañándolas en la vida de fe de la comunidad. Que cada uno haga su parte asumiendo la actitud del buen Pastor, que conoce a cada una de sus ovejas y a ninguna excluye de su amor infinito (5 de agosto de 2015).
81. La fiesta no es la pereza de estar en el sofá, o la emoción de una tonta evasión (…) Es el tiempo para contemplar cómo crecen los hijos, o los nietos, y pensar: ¡qué bello! Es el tiempo para mirar nuestra casa, a los amigos que hospedamos, la comunidad que nos rodea, y pensar: ¡qué bueno! (12 de agosto de 2015).
82. Es importante hacer fiesta. Son momentos de familiaridad en el engranaje de la máquina productiva: ¡nos hace bien! (12 de agosto de 2015).
83. Vosotros, mamás y papás, sabéis bien esto: ¡cuántas veces por amor a los hijos sois capaces de tragaros las penas para dejar que ellos vivan bien la fiesta, degusten el sentido bueno de la vida! ¡Hay tanto amor en esto! (12 de agosto de 2015).
84. El verdadero tiempo de la fiesta interrumpe el trabajo profesional, y es sagrado, porque recuerda al hombre y a la mujer que están hechos a imagen de Dios, que no es esclavo del trabajo, sino Señor, y, por tanto, tampoco nosotros nunca debemos ser esclavos del trabajo, sino «señores» (12 de agosto de 2015).
85. El tiempo de descanso, sobre todo el del domingo, está destinado a nosotros para que podamos gozar de lo que no se produce ni consume, no se compra ni se vende. Y en lugar de esto vemos que la ideología del beneficio y del consumo quiere comerse también la fiesta: también ésta a veces se reduce a un «negocio», a una forma de hacer dinero y gastarlo (12 de agosto de 2015).
86. La familia está dotada de una competencia extraordinaria para entender,dirigir y sostener el auténtico valor del tiempo de la fiesta. ¡Qué bonitas son las fiestas en familia! Y en particular la del domingo. No es casualidad que las fiestas en las que hay sitio para toda la familia son aquellas que salen mejor (12 de agosto de 2015).
87. La fiesta es un precioso regalo de Dios; un precioso regalo que Dios ha hecho a la familia humana: ¡no lo estropeemos! (12 de agosto de 2015).

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